La ventana
Los cristales de la ventana están empañados por el vaho, pero así y todo puedo percibir la soledad de la calle, en el exterior llueve y hace frío, las gotas de agua se deslizan por el cristal, creando hilillos como ríos de lágrimas que podían pertenecer a cualquiera de nosotros fruto de la desesperación pidiéndole a cualquier Dios un milagro para que esta pesadilla termine.
El silencio lo inunda todo, generando
una atmósfera irreal, como si el tiempo se hubiese detenido en la habitación,
es tal que con la punta del dedo índice doy varios golpecitos en el cristal
para asegurarme que no me he quedado sordo.
Hago un ejercicio mental para recordar todo lo que está aconteciendo; estamos a 30 de marzo del 2020, han pasado ya dieciocho días desde que la población se ha visto obligada a recluirse en sus casas por orden del gobierno; Un virus, supercontagioso y mortal el COVID-19 ha invadido todos los rincones del planeta y está diezmando la población, colapsando los recursos sanitarios de todos los países del mundo; Se detectó por primera vez en la ciudad china de Wuhan provincia de Hubei a principios de diciembre del 2019, el origen del mismo aún no está muy claro.
Aunque parece el inicio de una novela de ciencia ficción, no lo es, es la descripción de la cruda realidad con la que nos vemos obligados a vivir actualmente y lo peor de todo es que no sabemos hasta cuándo va a ser así.
Un sonido rompe el monótono silencio de la habitación y me saca de mis pensamientos, es una ambulancia que se acerca a toda velocidad, el parpadeo naranja de la sirena se refleja en las gotas de agua como si fuesen pequeñas bombillas de colores, de repente mi mente por asociación me transporta a otro tiempo a otro momento de mi vida y me saca de allí.
Un sonido rompe el monótono silencio de la habitación y me saca de mis pensamientos, es una ambulancia que se acerca a toda velocidad, el parpadeo naranja de la sirena se refleja en las gotas de agua como si fuesen pequeñas bombillas de colores, de repente mi mente por asociación me transporta a otro tiempo a otro momento de mi vida y me saca de allí.
"Las luces iluminan las bulliciosas calles de Villajoyosa, estamos a finales de Julio, la noche del Desembarco, esa madrugada las tropas Moras pondrán pie en tierra para al amanecer apoderarse de la plaza, pero las tropas Cristianas venderán cara su piel y al otro día volverán a recuperarla; mientras tanto unos y otros se divierten. El pueblo entero está en la calle; pequeños, grandes, mayores, sin distinción de género; abrazados en “filaes” en parejas o por libre, la mayoría con un vaso en la mano bailan al son de la música que toca la banda; bandas que se escuchan por todo el pueblo, intercambian visitas entre peñas y compañías como una especie de armisticio que durará hasta la hora de la batalla, la gente ríe, se abraza, bromea, todo está lleno de vida, alegría, música, luz, olores y colores, todo tan Mediterráneo, tan nuestro".
Otro sonido me devuelve de nuevo a la realidad, es una sirena, el color azul denota que es de la policía, en estos días también tienen lo suyo, pasa a toda velocidad, quedando otra vez todo en el más absoluto silencio, un silencio que poco a poco te va corroyendo el alma.
Una gran sensibilidad para un gran relato con esperanza.
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